Crónicas

4F: ni olvido ni perdón (La Ciutat Morta)

Hay que comprometerse con lo que uno siente.

Rodrigo Lanza, 8 de junio de 2013

Silvia Villullas, tras el estreno del documental | Foto: Jorge Lizana para Fotomovimiento

Silvia Villullas, tras el estreno del documental | Foto: Jorge Lizana para Fotomovimiento

[Comunicados del grupo de apoyo a los presos del 4F y de Juan Pintos tras la emisión de Ciutat Morta en el programa Sense ficció el 16 de enero de 2015. Sin ellos, la información contenida en este post no sería completa.]

«Barcelona. Cómo olvidar la enésima vergüenza de tus calles, en medio de la multitud que pasea ignorante sin memoria…»

8 de junio de 2013

El Palau del Cinema de Barcelona, en la Via Laietana, lleva cerrado mucho tiempo. Demasiado. Han sido doce largos años en los que sus butacas han estado vacías. Es hora de reabrirlo, aunque sea temporalmente. Es hora de rebautizarlo: Cinema Patricia Heras.

Porque el motivo lo merece: conocer la verdad del Caso 4F. Un caso que las instituciones llevan ocultando más de siete años. Instituciones, esas que lo ocultan, que deberían defendernos: Guardia Urbana, Ayuntamiento, cuerpo judicial. Incluso la Generalitat.

Siete años son muchos, pero no hemos olvidado.

Tampoco perdonaremos.

4 de febrero de 2006

Imagina que has salido de copas con unos amigos por Barcelona y terminas la noche condenada a tres años de prisión por cómo te has cortado el cabello.

Imagina que pasas cinco años en la cárcel —CINCO— por el simple hecho de ser sudamericano.

Imagina que un informe policial que deja claros unos hechos en los que nada tienes que ver desaparece, para ser reemplazado por otro que te involucra directamente en la tetraplejia de un agente de la Guardia Urbana, que te sitúa en un lugar en el que no estabas, lanzando una valla contra unos policías.

Imagina que la principal prueba de cargo contra ti es el testimonio de tres agentes que han decidido mentir; mentira que la justicia institucional valora mucho más que tu propia vida.

Imagina que dos de esos testigos mentirosos, torturadores sistemáticos que te demuestran que lo son, acaban condenados a penas de prisión en un juicio posterior por falso testimonio y tortura.

Imagina que pierdes 6 años de tu vida tratando de demostrar lo que las pruebas periciales ya aclaran de manera contundente.

Imagina que pierdes la fuerza y decides tirar tu vida por una ventana, una vida que otros te han destrozado.

¿Te imaginas?

El 25 de enero de 2006 entró en vigor la nueva Ordenanza de Civismo. Sirvió, principalmente, para poder ejercer una represión disfrazada de legalidad, para mantener limpia una Barcelona que estaba siendo transformada en el último producto de marca que vender a los turistas. El espacio público quedó secuestrado, restringido para uso y disfrute del gran parque temático en el que las calles de la ciudad se habían convertido. Diferentes agentes sociales denunciaron una normativa cuya esencia pretendía establecer cómo debía ser la vida de la ciudadanía. Una normativa que daba la espalda a la miseria cotidiana que entorpecía el brillo marketiniano que los socialistas catalanes querían para su feudo.

Mendicidad y prostitución debían erradicarse, y para ello se estipuló un menú de precios que los infractores debían sufragar si incurrían en el pecado. Se creó un cuerpo especial que velara porque ese brillo no dejase de refulgir. Por mucho que el texto introductorio de la Ordenanza remarcase que lo que la nueva normativa pretendía era «preservar el espacio público como lugar de convivencia y civismo», lo cierto es que ocultaba lo que ya muchos denunciaban abiertamente: la criminalización de la pobreza y de la protesta política, además de suponer un recorte en los derechos sociales. Entre los muchos caracteres que la componían, unos pocos son los que ahora me ponen los pelos de punta. Aquellos que hacen referencia a los encargados de hacer cumplir esta Ordenanza: los agentes de la Guardia Urbana. “Su palabra siempre tendrá valor de prueba”

En febrero de 2006, Joan Clos era el alcalde de Barcelona, su segundo mandato tras la reelección en mayo de 2003. Su «laboratorio de ensayo» era el distrito de Ciutat Vella. Pero no fue la única zona que decidió reurbanizar, por supuesto. Tenía un plan y debía aplicarlo. Gentrificación. ¿Os suena el término? Yo os lo aclaro: hace referencia a un proceso mediante el cual la población original de un barrio, zona, sector —generalmente céntrico y popular— es desplazada progresivamente y sustituida por otra de un nivel adquisitivo alto. Clos decidió gentrificar Barcelona, y una de las estrategias fue la aplicación de esa Ordenanza. Todo respondía al producto de marca que estaba construyendo, el nuevo complejo vacacional sin pulsera al servicio del turismo del que antes os hablaba. Solo un apunte: cuando Zapatero le nombró embajador en Turquía, el anestesista (qué cinismo, ¿verdad?, cómo consiguió sedar a tantos sin ningún tipo de química en vena) se reunió con Erdogan para explicarle cómo era eso de convertir una ciudad viva en un producto estrella generador de grandes beneficios. Pero esta historia ya os la contaré otro día, y también os explicaré por qué el Parque Gezi es un eclipsador de brillos marketinianos.

La limpieza que pretendía la Ordenanza, al servicio de esa gentrificación de Barcelona, incluía el Forat de la Vergonya (Agujero de la Vergüenza). Un territorio expropiado por el Ayuntamiento a principio de los años 2000 y que la empresa inmobiliaria PROCIVESA adquirió a bajo precio. Derrumbaron casi todas las casas. Muchos vecinos debieron ser realojados. El barrio inició un movimiento de resistencia ante aquella especulación salvaje. En las Navidades de 2001 plantaron un abeto frente a la última manzana que quedaba por derribar, todavía habitada. Lo que el Ayuntamiento quería convertir en un parking y unos apartamentos acabó siendo un espacio verde autogestionado por los vecinos, el parque que siempre habían reclamado. Metello Alonge y Rafaello Manacorda explican que, a pesar de ser una zona ocupada, no tenía nada que ver con el movimiento okupa; tampoco el edificio que todos reconocían como el teatro. Es más, Manacorda puntualiza que tanto el Ayuntamiento como la policía daba manga ancha a los ocupantes de este último: era una forma de hartar a los vecinos para que se marchasen del barrio, para justificar la limpieza programada.

Entrada al Cine Patricia Heras | Foto: Tono Carbajo para Fotomovimiento

Entrada al Cine Patricia Heras | Foto: Tono Carbajo para Fotomovimiento

El 6 de febrero de 2006 había una fiesta en aquel teatro. Más de mil personas asistían a ella. La guardia urbana acudió para tratar de para la fiesta, algunos vecinos se habían quejado del ruido. No podía hacerse ruido. Había que limpiarlo. El barrio también debía ser limpiado de okupas. Pero en realidad sobraban hasta los vecinos. Sobraba todo. El Forat de la Vergonya era un error que debía ser subsanado. Y aquella noche el error se convirtió en horror.

Rodrigo Lanza

Ya no cree en la justicia institucional. Le hizo culpable de lanzar una piedra que nunca existió. Le robó años de su vida, como al resto de detenidos. Esa justicia institucional tiene nombre y apellidos: Carmen García Martínez, la jueza de Instrucción que presidió la vista previa. La que debía tomarle declaración, algo que acabó convirtiéndose en «un interrogatorio en toda regla». Durante aquella vista, García Martínez le dijo a Rodri que ya tenía la declaración de la policía. Palabras que eran valor de prueba, ¿recordáis la Ordenanza de Civismo? El responsable de la desaparición del primer informe policial, Víctor Gibanel, Jefe de Información de la Guardia Urbana. Carles Martí y Jordi Hereu, regidores del distrito de Ciutat Vella y responsables de los servicios de limpieza que hicieron desaparecer todas las pruebas de la zona. Víctor Bayona y Bakari Samyang, los dos policías que le torturaron, que le causaron lesiones, que destrozaron la mano de Juan Pintos —otro de los detenidos— y que debió someterse a una operación para que se la reconstruyeran. Años después, Bayona y Samyang han sido condenados a dos años y tres meses de cárcel por torturar a Yuri Sarran. En esta ocasión escogieron a la persona equivocada: Yuri es hijo del cónsul de Trinidad y Tobago en Noruega. No era un negro cualquiera.

Pero Rodri, Juan, Álex, Alfredo y Patri no tenían un padre cónsul.

Patricia Heras. ¡Es ella, la de los cuadros en la cabeza! Sus amigos dicen que su look no era considerado normal en esta sociedad en la que no se acepta la diferencia. Una persona extremadamente sensible. «Patricia tenia una mirada tan transparente que la ocultaba entre dos rizos, porque era un mirar abierto, de un espíritu hermoso y bueno, pero herido y sufriente. Patricia era un ángel que necesitaba sus alas para volar, y ustedes se las cortaron». Estuvo dos meses en prisión y tres en régimen de tercer grado. Hasta que decidió que no quería volver a dormir a la cárcel. Y voló en la libertad de la muerte.

26 de abril de 2011

En enero de 2008 Heras fue juzgada en la Audiencia Provincial de Barcelona y condenada, con Alfredo Pestana a tres años de prisión por atentado contra la autoridad. Los condenados recurrieron al Tribunal Supremo español que el 3 de junio de 2009 ratificó la sentencia impuesta por la Audiencia Provincial de Barcelona. Posteriormente pidieron un indulto al consejo de ministros que no les fue concedido. En octubre de 2010 Patricia Heras ingresó en la prisión de Wad Ras de Barcelona y el 18 de diciembre de 2010 pasó a la sección abierta, con la obligación de volver a dormir cada día en la cárcel. El 26 de abril de 2011 se suicidó en su casa.

Amnistía Internacional denunció el caso y las torturas que recibieron los tres detenidos principales, Juan Pintos, Alex Cisterna y Rodrigo Lanza. Patricia Heras denunció también malos tratos.

«Le he cortado el cuello a mi ilusión,

la colgué de un semáforo ciego

y vi cómo se desangraba incrédula,

borboteando nerviosa,

vi el dolor brillar muy cerca,

se fue apagando velado tras su mísero destino.

Abro la caja y está vacía»

8 de junio de 2013

20130610_4F: ni olvido ni perdón (La Ciutat Morta)

Cinema Patricia Heras | Foto: Mónica Solanas Gracia

‘4F: ni oblit ni perdó’. No, no hemos olvidado. Durante estos siete años y cuatro meses, muchas personas han decidido que no olvidemos, y han trabajado con ahínco para ello. Tampoco hemos perdonado. Ha sido un tiempo de lucha, lucha por conocer la verdad, hablando con unos y con otros, recopilando informaciones y testimonios que ayudasen a sacar a la luz unos hechos que tanto interés hay por mantener ocultos. También ha sido un tiempo de luchas judiciales, de andar entre tribunales y abogados, entre togas y testimonios a veces falsos. Los peores, los que determinaron el curso de la historia de cinco personas durante este tiempo.

El 12 de junio de 2009, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo dictó sentencia, “en nombre del Rey”, como procede hacer en este tipo de documentos. Dudo que el Borbón sepa de la existencia de esta sentencia. Él, que defendió con tanta convicción la igualdad ante la ley para todos desde su butaca en la Zarzuela una fría noche de diciembre.

He leído esta sentencia. He leído muchos documentos, visto muchos vídeos, escuchado muchas declaraciones y testimonios. Son muchas las preguntas. Y es mucha la rabia. La rabia, esa bicha que nos corroe por dentro, que nos aleja del olvido y del perdón, esa “sigue intacta”, como dijo Silvia tras los títulos de crédito. Esa rabia que para Rodri significa venganza, como dice hacia el final del documental. ¿Cómo no pensar en venganza cuando ni tan siquiera el médico que te cura tras una paliza se inmuta de tus heridas, de las de tus amigos? Tal vez porque se había hecho inmune por la fuerza de la costumbre. Tal vez.

Un montaje. “Todo ha sido un montaje político y policial; había que buscar un chivo expiatorio que tapase los errores del Ayuntamiento”.

Un desmontaje. El de este caso, cuya pieza clave se sostiene en las declaraciones de dos torturadores sistemáticos.

El sistema falló. Y el sistema no puede admitir sus fallos, porque hacerlo significaría que ha dejado de funcionar, que hay que cambiarlo.

Una piedra que nunca existió. Una maceta que alguien tiró. Alguien que parece claro que existe. Alguien.

10 de junio de 2013

No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de la ley y con apariencia de justicia

Silencio. La Ciutat Morta quiere mostrarse.

Interior de la sala | Foto: Rober Astorgano para Fotomovimiento

Interior de la sala | Foto: Rober Astorgano para Fotomovimiento

2 pensamientos en “4F: ni olvido ni perdón (La Ciutat Morta)

  1. Pingback: #spainREVOLuTion.com | La revolución inesperada – 4F: ni olvido ni perdón

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.